lunes, 14 de enero de 2019

CAPITULO 88




Pasaron varios días en los que Pedro no hizo otra cosa que compadecerse de sí mismo. 


Desde la partida de Paula toda su vida era un desastre. Ya no podía concentrarse en nada, mucho menos en escribir. Todo lo que había en aquella casa le recordaba a ella: la cama, donde habían hecho el amor. El sofá, donde se habían acurrucado delante del fuego. El estudio, donde la había seducido varias veces.  El pequeño y limpio cuarto de invitados que ella había conseguido dejar habitable contra todo pronóstico… Pedro apenas podía soportar estar en su hogar sin que el recuerdo de Paula invadiera su mente y le hiciera evocar cómo la había perdido sin poder
hacer nada para recuperarla, ya que él nunca antes se había enamorado.


El primer día después de su partida, se emborrachó hasta caer inconsciente al suelo, para darse cuenta demasiado tarde de que ni el fuerte licor de las Highlands podría sacarle a esa mujer de la cabeza. El segundo día intentó seducir a otra, pero finalmente sólo acabó siendo otro deprimido parroquiano que bebía a solas en un bar, ya que el pensamiento de estar con una mujer que no fuera Paula se le hacía imposible.


El tercer día despotricó airado contra las mujeres y sus estúpidas exigencias y rompió furioso algún mueble, desahogando al fin todo su mal humor. Al cuarto, la soledad no le parecía tan atractiva como siempre. Y finalmente, cuando al quinto día tras la marcha de Paula recibió una llamada de casa de sus padres, invitándolo a celebrar una de sus dichosas reuniones familiares que Pedro siempre evitaba como la peste, no pudo rechazarla, porque por una vez necesitaba el consejo de sus fastidiosas hermanas.


Tal vez ellas supieran qué le estaba pasando y pudieran indicarle cuál era la mejor solución para dejar de pensar en aquella mujer que lo hacía sufrir más con su ausencia que cuando estaba a su lado decidida a fastidiarlo. Después de confirmarle a su incrédulo padre que esa vez asistiría, hizo su maleta y salió de su encierro más que resuelto a hacer lo que hiciera falta para que el dolor que sentía por el abandono de Paula desapareciera y, de este modo, él pudiera volver a ser el despreocupado hombre al que nada le importaba.




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