viernes, 21 de diciembre de 2018

CAPITULO 15





A la mañana siguiente, después de haber gastado gran parte del dinero para imprevistos que Natalie Wilson le había entregado, Paula consiguió al fin que el amable dueño de la pequeña posada le diera las indicaciones correctas que debía seguir. 


Desafortunadamente, nadie pudo informarla de quién era el desagradable pelirrojo que se había atravesado en su camino el día anterior, aunque sí le pareció volver a oír alguna que otra inquietante y burlona risita cuando empezó a explicar animadamente el trabajo que la había llevado hasta ese recóndito lugar, y eso empezaba ya a darle mala espina.


¿Qué narices pasaba con Miss Dorothy en realidad? ¿Es que la ancianita no era como todos pensaban en Nueva York? ¿Acaso tenía engañado a todo el mundo? Y si así fuera, ¿cuál era su verdadera personalidad y en qué lío se había metido ella al aceptar hacer aquel viaje sin pensar en las consecuencias?


No, todo el mundo no podía estar equivocado al considerar a Miss Dorothy una noble y trabajadora mujer, la única escritora que había conseguido llegar tan profundamente al corazón de las mujeres y hacerlas emocionarse e impacientarse con unos protagonistas a los que adoraban.


Alguien que escribía así no podía ser mala persona. Tal vez en su retiro, y con la frustración de su problema de salud, hubiera desarrollado un poco de mal genio. Pero sin duda, una mujer como ésa nunca podría negarse a verla. Y ella estaba allí para que la escritora abriera nuevamente su corazón al público que tanto la esperaba.


Paula condujo con el maldito navegador desconectado, antes de que le volviera a aconsejar que embistiera otra hilera de árboles, mientras escuchaba la música en una emisora local y tarareaba alegremente las pegadizas canciones.


Finalmente, tras adentrarse en un estrecho y apartado camino, encontró una vieja y rústica casa de piedra y madera, bastante idílica en medio del esplendor de la naturaleza. Nada más verla, Paula no tuvo ninguna duda de que era el hogar de la entrañable Miss Dorothy.


Aparcó cerca de la casa, cogió su enorme bolso, donde, entre otras cosas, guardaba su amado manuscrito, y, con los nervios a flor de piel porque en pocos minutos conocería a aquella talentosa mujer, llamó a la puerta impaciente.


Tardaban un poco en abrir, así que volvió a llamar y por fin oyó unos pasos que se acercaban. Sonrió emocionada, sin dejar de abrazar nerviosa su bolso contra su pecho, pero cuando la puerta se abrió, su sonrisa se borró por completo al ver que el desagradable hombre del día anterior aparecía ante ella.


El enorme energúmeno, con su casi metro noventa de estatura, su fuerte y poderoso cuerpo, sus hermosos ojos castaños y su llamativo pelo rojo, al que había deseado no volver a ver en la vida, la devoraba de nuevo con su ávida mirada, al tiempo que le dirigía una burlona sonrisa, sin duda vanagloriándose de su vil jugada.


Ese ultrajante sujeto debía de ser Luis, el ayudante de Miss Dorothy. El único problema era que a Paula en ningún momento le pareció tan amable y formal como Natalie lo describió. En esos instantes se preguntó qué más le habría ocultado la responsable de la Editorial Violeta al endilgarle ese trabajo que ya no parecía tan maravilloso como en al principio.


—Veo que finalmente encontraste el camino —comentó él socarronamente, impidiéndole la entrada a la casa con su cuerpo.


—¡Me lo indicaste mal a propósito para que me perdiera! —lo culpó Paula muy enfadada, señalándolo acusadora con un dedo.


—No, cariño, te guie hacia un lugar donde te recibirían con los brazos abiertos para pasar la noche, porque, créeme cuando te digo esto: aquí no eres bienvenida.


—Ni siquiera sabes para qué he venido... —replicó ella.


—Vamos a ver si me equivoco... —dedujo el pelirrojo, apoyándose en la puerta y cerrándola bruscamente para que ninguna cotilla naricilla curioseara lo que había en la casa—. Eres una nueva incauta que trabaja para Natalie Wilson y que ha venido hasta aquí para conseguir que Miss Dorothy termine el dichoso libro de una vez.


—¡No soy ninguna incauta! Y he venido hasta aquí decidida a hacer que esa encantadora anciana me escuche. Por lo tanto, ¡me niego a irme sin haber hablado con ella! —exclamó Paula, insistiendo en ser escuchada.


—Esto se pone interesante —contestó burlón el desagradable sujeto, ampliando su irónica sonrisa—. Tú no trabajas para la editorial, ¿verdad? —añadió, sin duda para denigrar su posición.


—No… Natalie Wilson me contrató para que hablara con Miss Dorothy y solucionara sus problemas de creatividad. Y además me dijo que ella estaría encantada de ayudarme con mi propio manuscrito.


—¡No me jodas! ¿Eres una de esas desquiciadas fans? —inquirió el sujeto, ocultando con desesperación su rostro tras una de sus fuertes manos.


—No, sólo soy una persona a la que le gusta el trabajo de esa gran mujer que es Miss Dorothy. Y ahora, si me permites... —dijo Paula, intentando pasar por su lado para llegar a su objetivo.


—Vamos a ver si tu insignificante mente femenina entiende lo que intento decir: te puedo asegurar al cien por cien que Miss Dorothy no piensa recibirte. Ni ahora ni nunca —aseveró él con crudeza, interponiéndose en su camino.


—¡Venga ya, pero si ni siquiera has entrado a preguntarle! —se quejó Paula ante su insufrible arrogancia.


—Eso, preciosa, es por el privilegio de ser la persona que mejor conoce a Miss Dorothy en todo el mundo —replicó el hombre, alzando con una mano el decidido rostro de aquella joven, para mirar sus bellos ojos violeta—. No es necesario preguntar, porque sé en todo momento cuáles son los pensamientos de esa, como tú muy bien has descrito, «noble anciana». —Se rio cínicamente, sin que Paula llegara a comprender dónde estaba la estúpida broma que al parecer sólo él entendía.


Luego, simplemente se metió en la casa y le cerró la puerta en las narices, dispuesto a dejarla fuera. Pero ella estaba más que dispuesta a convertirse en alguien importante en la vida de esa anciana que se había abierto camino en el corazón de tantas jóvenes escritoras.




No hay comentarios:

Publicar un comentario