martes, 18 de diciembre de 2018

CAPITULO 5




Pedro esperó un tiempo hasta que su desquite estuvo elaborado a su gusto y preparado a conciencia, sin dejar ningún cabo suelto para las posibles represalias que pudiesen llevar a cabo aquellas arpías que tenían la desfachatez de hacerse llamar sus hermanas. Concretamente, planeó su venganza durante un mes, un tiempo aparentemente muy largo para responder a una sola trastada, pero Pedro no trataba de resarcirse solamente por aquel partido de su equipo favorito que nada más pudo ver a medias, ni siquiera por la pérdida de sus nuevos amigos: sus acciones iban encaminadas a tratar de obtener reparación y desagravio por todos los años en que había sido torturado por cada una de las mujeres de la casa con alguna que otra vergonzosa tarea, como ser modelo de pruebas del vestido de una de sus hermanas, verse obligado a tragarse cientos de películas melosas, o tener que gastarse sus ahorros para regalarles algo a sus torturadoras particulares cada San Valentín, ya que si no lo hacía era vilmente amenazado por ellas...


Ese sábado, Pedro se aseguró de que, después de desayunar, todas sus hermanas recibieran un bonito presente de su parte. Se trataba de algo que sin duda las complacería, ya que les gustaba leer.


Pedro dejó cinco flamantes ejemplares del periódico de su instituto sobre cada una de sus camas y, apoyándose despreocupadamente en la pared del pasillo, esperó a que la bomba estallara y que sus hermanas se dieran cuenta de qué iban aquellas tórridas historias que Pedro había escrito y que estaban causando furor en su instituto.


—¡¡Tú!! —gritaron cinco chicas histéricas, intentando acorralarlo.


¡Qué pena que en esa ocasión eso no les fuera posible, ya que el joven Alfonso era el único que mantenía el control absoluto de aquella situación que ellas mismas se habían buscado!


—¿Os referís a mí? —preguntó Pedro, tan arrogante como sólo podía ser un joven en plena adolescencia.


—¡¿Cómo te has atrevido a hacer esto?! —chilló Magalí, furiosa, avanzando hacia su hermano pequeño con el periódico retorcido en una mano.


—¡No me puedo creer que hayas relatado el momento tan vergonzoso de mi primer beso en esta basura! —lloriqueó Natalia, haciéndose la desvalida. Algo que con él no servía, ya que sabía cómo se las gastaba cada una.


—¿Cómo has conseguido esa información? —le preguntó Nadia a su sonriente hermano.


—Eso es secreto profesional. Un buen periodista nunca revela sus fuentes... — contestó él jactanciosamente, disfrutando como nunca de su merecida venganza.


—¿No lo veis? ¡Seguro que el muy cerdo ha leído nuestros diarios! —exclamó Aylen, indignada, dando al fin con la verdad.


—¡No es justo! ¡Se lo vamos a contar todo a papá! —amenazó Laura, muy segura de haber hallado la solución.


—¿Estáis seguras de que queréis hacer eso? —inquirió un presuntuoso Pedromientras se apoyaba levemente en la pared y cruzaba los brazos por detrás de la cabeza —. Con toda seguridad, nuestro padre, como buen policía que es, querrá verificar que vuestras acusaciones son ciertas. ¿Le vais a dejar que lea vuestros diarios personales?


—¡Papá creerá lo que nosotras le digamos! —respondió Natalia orgullosa, convencida de saber cómo manejar a su adorable progenitor después de tantos años.


—Sin duda. Y yo le diré que mentís, vosotras insistiréis en que decís la verdad, gritaréis, lloraréis, y papá, para no ser injusto con ninguno, tendrá que comprobar la verdad. Por desgracia para vosotras, no hay otra forma de hacerlo que no sea leyendo vuestros diarios.


—¡Si crees que esto va a quedar así, estás muy, pero que muy equivocado! — amenazó abiertamente la mayor de todos sus problemas, Magalí.


—Por si no os habéis percatado, el periódico del instituto suele salir cada semana, yo he conseguido publicar ocho relatos en total en lo que va de mes. Mi amigo Mateo me ha asegurado que puedo enviarle todas las historias que quiera, y creedme cuando os digo que tengo material para cientos de ellas. Si no queréis que en el periódico de esta semana ponga vuestros nombres en vez de las iniciales, ¡hacedme un favor y dejad de tocarme las pelotas de una vez! —finalizó Pedro tajante, dando al fin con la solución al gran problema que era convivir con cinco conflictivas hermanas.


Éste fue el desencadenante que llevaría a Pedro Alfonso a interesarse por el noble arte de la escritura, aunque su objetivo en principio no fuese demasiado noble...



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