lunes, 7 de enero de 2019

CAPITULO 65




Tras apenas quince minutos de estar encerrado en su estudio, Pedro salió. Y, declarando que estaba bloqueado, se fue con su amigo al pueblo para un merecido descanso. A Paula le dieron ganas de gritarle que llevaba más de dos años de descanso y que eso sólo era una excusa barata para perder el tiempo haciendo de nuevo el vago, pero esta vez acompañado.


Se suponía que su tarde iba a ser tranquila. Y más aún después de que los dos amigos desaparecieran de su vista, concediéndole los momentos de paz que tanto necesitaba para concentrarse en su historia. Pero en medio de la redacción de uno de los primeros capítulos, le sonó el móvil.


Al pensar que serían aquel par de idiotas contándole alguna de las nuevas sandeces que habían planeado hacer en el pueblo, como comprarle ropa interior comestible o regalarle una película porno, Paula se tomó su tiempo para contestar y cuando al fin lo hizo, deseó haber perdido el teléfono en algún recóndito hueco del sofá en el que estaba, para no tener que escuchar las exigencias de una mujer histérica que le pedía cosas imposibles, creyendo erróneamente que ella podía hacer milagros.


—¿Ha terminado Miss Dorothy ya su novela? —preguntó impaciente Natalie Wilson, cuestionando lo que estaba realmente haciendo Paula si el trabajo de Pedro no avanzaba.


—Está en ello —respondió ella desvergonzadamente, sin ningún remordimiento, ya que aquella mujer la había engañado desde el principio con gran descaro.


—Eso me dijiste la semana pasada y no veo que su novela haya avanzado demasiado —insistió Natalie impertinente, siendo ignorada por Paula, que en esos momentos estaba ocupada tratando de descifrar qué quería decir una anotación de Pedro en un margen del capítulo de su manuscrito.


—Ajá —contestó, demasiado perdida en sus cavilaciones como para prestar atención a las innumerables quejas de la editora.


—¿De verdad estás haciendo tu trabajo, Paula, o sólo te estás divirtiendo, tomando tu deber como unas espléndidas vacaciones? —inquirió Natalie, consiguiendo que finalmente ella le prestara toda su atención.


¡Eso sí que no! ¡Después de todo lo que había aguantado, no pensaba permitir que nadie le dijera que no estaba haciendo su trabajo! 


Porque a pesar de todas las dificultades por las que había atravesado y las decenas de obstáculos que Pedro le había puesto en el camino, ella seguía allí, insistiendo una y otra vez en que la adorable Miss Dorothy, que nunca había sido tal, terminase al fin su esperada última novela.


Así que, dejando todas las distracciones de lado y cogiendo aire, se dispuso a enfrentarse a aquella mujer que aún no sabía lo que conllevaba tratar cara a cara con el insufrible Pedro Alfonso cuando éste estaba de mal humor.


—¡No te atrevas a decirme que no estoy haciendo mi trabajo! ¡He sido tratada como una criada para pagar mi manutención, abandonada en una gasolinera, abochornada en un bar, casi me muero de frío el primer día que pasé en esta casa… y qué decir de los halagadores insultos que he recibido de ese hombre, dirigidos tanto a mí como a mi manuscrito! Y a pesar de todo, sigo aquí, insistiéndole continuamente para que termine su novela. Si encuentras a alguien con más agallas que yo para aguantarlo, avísame para que renuncie, porque estaré más que encantada de dejar este trabajo. ¡Y ahora, déjame en paz, Natalie! Como tú y yo sabemos, Pedro acabará ese libro cuando le dé la real gana, ¡ni un minuto antes ni uno después! —concluyó Paula muy alterada, colgándole bruscamente el teléfono a su jefa, preguntándose si


Natalie Wilson tendría lo que había que tener para enfrentarse con Pedro y sustituirla en su deber, que básicamente consistía en ser la niñera de un vago que sólo sabía hacerle la vida imposible, mientras terminaba lo más despacio posible su estúpida novela.



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