martes, 8 de enero de 2019
CAPITULO 68
A la mañana siguiente, Paula se levantó temprano para terminar de ultimar el viaje que, según el programa de Pablo, debería comenzar en una semana. Ella se había hecho cargo de supervisar cuánto tiempo estarían en cada ciudad, de organizar las breves pausas para las comidas y también de elegir la ruta más corta y fácil posible para llegar a cada destino.
Pero cuando intentó ocuparse de las reservas en hoteles o pensiones donde pasar las noches, Pedro le aseguró que él se encargaría de todo. Algo que, de hecho, no la tranquilizó en absoluto, pues, conociéndolo como lo conocía ya, seguramente acabarían durmiendo en algún sitio extraño, acompañados de los amigos, aún más extraños, de ese hombre.
Pero como Paula no pagaría nada, no podía protestar, así que simplemente cruzó los dedos para que los conocidos de Pedro no fueran unos bichos raros y poder así dormir plácidamente en algún lugar adecuado a lo largo del intenso viaje, que duraría unos cuatro días.
Cuando concluyó con los datos que Pablo le enviaba a su móvil, seguramente resuelto a no cruzar palabra alguna con Pedro por si de repente éste decidía cambiar de opinión respecto a esa gira, decidió que ya era hora de despertar a aquellos dos personajes que la noche anterior se habían apropiado de la confortable cama que ella, tan orgullosa, había ganado con alguna que otra sutil trampa.
La sorprendió mucho la imagen que se encontró cuando abrió la puerta de la habitación. No pudo resistir la tentación de hacer una foto de tan conmovedora escena, para luego restregársela por las narices a sus protagonistas, mientras se burlaba de sus dos hombres favoritos: el actor playboy y el escritor amargado.
«¡Vaya mierda de gusto tengo para los hombres!», pensó resignada, al tiempo que dirigía su móvil hacia los dos y murmuraba irónicamente «Sonreíd», cuando sabía que en el profundo estado de somnolencia en el que se hallaban ambos bellos durmientes, ninguno podría hacerlo.
—¡Esto va directo a mi salvapantallas! —anunció alegremente, sin poder dejar de mirar a aquellos dos enormes y viriles especímenes masculinos, abrazados como dos quinceañeras tras una fiesta de pijamas.
Comenzó a alejarse con la idea de guardar su móvil, pero de repente recordó las maliciosas jugarretas que Raúl y ella se habían gastado desde siempre, cuando alguno de los dos se quedaba dormido en el taller. Y tras rememorar cada una de las humillaciones que había sufrido a manos de Pedro, decidió que eso era lo menos que se merecía, por tratarla de esa manera.
Paula corrió hacia su maleta, que se hallaba en un rincón de la estancia, y rebuscó silenciosamente hasta hallar la herramienta de su venganza. ¡Oh, cuánto se iba a divertir cuando ellos se despertaran!
En el momento en que finalizó su pequeña obra de arte, no pudo evitar hacer una foto para la posteridad.
—¡Oh, ésta es perfecta para fondo de pantalla de mi ordenador! —comentó maliciosamente, al tiempo que se alejaba hacia la cocina para disfrutar de un magnífico desayuno.
Mientras caminaba tan tranquila por el pasillo, oyó unos sorprendidos gritos y alguna que otra maldición, que le indicaron que los dos hombres finalmente habían descubierto lo artística que podía ser a aquellas horas de la mañana. Sobre todo cuando dos imbéciles interrumpían su sueño durante la noche anterior.
En el momento en que se sentó frente a su desayuno y empezó a disfrutarlo con una malvada sonrisa en la cara, sin poder dejar de jugar con un rotulador negro, oyó que Pedro y Esteban discutían sobre quién entraría antes en el baño. Finalmente, como los inseparables amigos que eran, entraron juntos, y Paula se preguntó cuánto tardarían en darse cuenta de que el rotulador que había utilizado era indeleble. Y que la barba de chivo que les había dibujado, junto con los círculos negros que les rodeaban los ojos, tardarían un par de días en desaparecer.
Por los gritos indignados y furiosos que oyó, dedujo que no habían tardado mucho en darse cuenta de ello. Ahora sólo faltaba que aprendieran la lección y que ninguno de ellos volviera a robarle la cama a una adorable y dulce chica como ella.
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