jueves, 17 de enero de 2019

EPILOGO



Un año después…


Finalmente las cosas no habían salido tan mal como Natalie se temió en un principio.


La sorprendente revelación de la verdadera identidad de Miss Dorothy sólo había conseguido atraer más atención sobre sus libros. Y ante la verdadera y emocionante culminación de su historia de amor, de la que todos fueron testigos a través de la televisión, Pedro fue perdonado por completo por sus admiradoras. Increíblemente, su peculiar carácter lo volvía incluso más atractivo para el público.


A pesar de que Miss Dorothy hubiera continuado siendo la famosa escritora de siempre, pero esta vez con el nombre de Pedro Alfonso en lugar de su seudónimo, su jefe se empeñó en que lo mejor para la editorial era despedir a Natalie. Algo que molestó bastante a su malicioso autor.


Así que, tras ser despedida por su jefe, y creer que al fin se habría librado para siempre de la pesadilla de ser la editora del insufrible pelirrojo, Brian Reed no había tardado mucho en volver a contratarla. Por lo visto, su jefe no tenía la suficiente paciencia como para vérselas con el irascible Pedro Alfonso.


Al parecer, ante la imperiosa exigencia de una nueva novela por parte del señor Reed, el autor envió a la editorial un documento de doscientas cincuenta páginas…. todas ellas fotocopias de su trasero. Y ése fue el momento preciso en que Brian decidió que tratar con ese individuo era un trabajo que definitivamente no podía hacer, por lo que le ofreció de nuevo su antiguo puesto a Natalie. Algo que ella aprovechó con creces, pidiendo un aumento de sueldo y una mayor libertad a la hora de contratar a nuevos escritores.


Después de unos meses de convivir con Jeremias, Natalie finalmente se casó con él, tras lo que ambos se mudaron a su apartamento. 


Desgraciadamente, Paula también recibió una proposición de matrimonio, y aunque se merecía algo mejor, se casó con su testarudo escritor, y no tuvo mejor idea que mudarse con su nuevo y flamante marido al apartamento que había justo encima de donde vivían ellos…


Lo positivo de ese cambio de domicilio era que Natalie siempre sabría dónde encontrar a su esquivo escritor. Lo negativo, que ahora nunca podría librarse de él. Y Pedro siempre disfrutaba recordándole que ahora formaba parte de su familia.


—Pásame un poco más de ese puré, suegra —pidió él con una maliciosa sonrisa, remarcando bien la palabra «suegra», ante la perspectiva de fastidiar un poco más a su editora en esa cena familiar.


—¡Te he dicho mil veces que no me llames así, Pedro! —gritó airada Natalie, amenazándolo con la cuchara.


—¿Por qué no, si es la verdad? —contestó él, sonriendo pérfidamente.


—¡Porque no y punto!


—Vale, pues mamá entonces… —dijo Pedro, arrancando algún que otro gruñido de Natalie.


—Cambiando de tema, ¿se puede saber por qué no me has entregado todavía tu nueva novela, si Paula ya me ha informado de que está terminada? —exigió Natalie, volviendo a su papel de editora.


Tras dirigirle a su mujer una mirada que la condenaba por haber dicho algo que no debía, Pedro se enfrentó a Natalie y, como era habitual en él desde hacía años, esquivó una y otra vez sus insistentes peticiones.


—No he tenido tiempo de contactar contigo… además, estás demasiado lejos.


—¡No me fastidies, Pedro, si sólo tienes que bajar un piso! No me puedo creer que seas tan vago, ¡seguro que vuelves a estar enganchado a uno de esos jueguecitos de internet! —le recriminó Natalie, sin duda acertando de lleno, ya que Paula puso los ojos en blanco ante la acusación.


—No sé por qué te exaltas si ya sabes que soy un autor responsable y que tendrás tu novela en la fecha de entrega acordada —ironizó él, ya que todos los allí reunidos sabían que eso nunca sería cierto.


—¡Sí, claro! ¡Si no me entregas la novela en unos días, juro que subo y te pego el trasero a la silla de tu estudio si hace falta hasta que me la des! —lo amenazó Natalie, mostrándole cuán peligrosa podía ser una mujer estresada.


La continua batalla de esos dos singulares personajes fue interrumpida por una llamada telefónica que Paula contestó. Se emocionó con la fantástica noticia que le dieron y que no pudo evitar comunicar de inmediato y con gran alegría a todos.


—¡He ganado un concurso de novelas cortas y mi historia va a ser publicada! — anunció a sus familiares tras colgar el móvil.


—¡Felicidades, cariño! ¡Sabía que lo conseguirías! —la felicitó su padre, dándole un gran abrazo.


—Te dije que esa novela valía, a pesar de que los quisquillosos de mi editorial la hubieran rechazado —dijo Natalie, sintiéndose feliz porque Paula al fin viera cumplido su sueño.


—¿Qué novela fue? —preguntó Pedro, que últimamente siempre la ayudaba con sus escritos.


—¡La de intriga! ¡Dicen que seré la nueva promesa de este género! ¡PC Alfonso,
escritora profesional de novelas de intriga y misterio! ¿Qué te parece!


—Con ese nombre tan confuso sin duda te confundirán con un hombre —comentó él, frunciendo el ceño ante esa perspectiva—. No sé si me gustará acostarme todas las noches con ese tal PC Alfonso.


—¿De qué te quejas? Para mí fue peor: yo me acosté con una viejecita llamada Miss Dorothy —replicó burlona Paula, mientras besaba el fruncido ceño de su esposo.


—Si Miss Dorothy no hubiera existido, nosotros nunca nos habríamos conocido — le recordó Pedro a su impertinente mujer.


—Creo que si nunca hubiera existido Miss Dorothy, de un modo u otro nuestras vidas se habrían cruzado —dijo fantasiosamente Paula, recordando los finales felices de las novelas de amor que tanto le gustaban.


—Y en el mismo momento en que te hubiera visto por primera vez no te habría dejado marchar... —continuó Pedro la historia que había comenzado su mujer, estrechándola con fuerza entre sus brazos.


—Pero como siempre, te habrías dado cuenta demasiado tarde de que me amabas...


—¿Y eso por qué? —preguntó él suspicaz.


—Porque siempre te retrasas en las fechas de entrega, querido —se rio Paula.


—No sabía que el amor tuviera una. Pero si el retraso de la última novela de Redes de amor fue lo que me llevó a conocerte, nunca me arrepentiré de ello.


—Te creo. Después de todo, me escribiste todo un libro diciéndome lo mucho que me amas.


—Sí. Y ése, amor mío, es el único libro que entregué a tiempo en toda mi vida, porque en esos momentos necesitaba que supieras cuanto antes lo mucho que te amaba.


—Amor con fecha de entrega… ¿No crees que es el nombre perfecto para una novela? —bromeó Paula con su adorado escritor.


—Sin duda es el adecuado para nuestra hermosa historia de amor —declaró Pedro, recordándole cuál había sido el título de su mayor muestra de cariño.


Una que nunca podrían olvidar, ya que consistía en todo un libro a través del cual, desde que encontró a la mujer adecuada, expresar esas palabras que siempre se le habían resistido ahora le resultaban fáciles de pronunciar:
—¡TE QUIERO!




3 comentarios: